viernes, 10 de mayo de 2013

Reventando Paradigmas

 “Dónde ha quedado la sabiduría que nos fue quitada por el conocimiento, dónde el conocimiento que nos fue quitado por la información”, dicen que decía Thomas Eliot. En base a estas maravillosas relaciones de términos, me cansé de opinar por mucho tiempo, cándidamente, que el conocimiento nos había hecho menos pensantes y que la acumulación de información había barrido con laposibilidad de hacerse “sabio” relacionando esos elementos que el conocimiento nos había brindado, y que, de de hecho, la información no me importaba demasiado harto de encontrarme con gente llena de ella y sin embargo puntos de vista deplorables. Estuve guiado quizá por este concepto -como el Napolitano analfabeto de Rayuela de Cortázar, que salía todas las tardes a la puerta a mirar el tornillo que había dejado en la vereda-, hasta que esta mañana escuché por radio una encuesta en la que una chica que decía estar en tercer año de universidad declaraba saber quién era Carlos Bianchi pero no quién era Jacques Cousteau (y no me digan que si estudiara administración de empresas no tenía por qué saber quién era el más famoso de los divulgadores del mundo submarino -menos mal que no le preguntaron por Derrida o Houellebecq-).
Me quedé pensando en que sí, que a veces la información, cierta información, una mínima, quizá recortada o calificada, era importante. Veo todo el tiempo cómo gente que no necesariamente me merece respeto saca conclusiones muy rápidamente sobre temas o cuestiones que ameritan o ameritarían no sólo un profundo análisis, sino información y conocimiento acerca de los hechos y verdades cuya relación pensada nos debería permitir en el mejor de los casos acercarnos a algún tipo de sabiduría. Y me doy cuenta de que me he sumado, silenciosamente, al grupo de los que tardan mucho tiempo en sacar conclusiones, al grupo de los que necesitan leer todo el expediente antes de expedir posición determinada. Al grupo de los que una vez que llegan a alguna conclusión todavía se permiten dudar, porque es un estadio que ha costado mucho trabajo.
Y entonces volví a pensar en esa chica universitaria, y en otra tanta gente que con tan poco anda revoleando por ahí su feta ontológica de verdad, y en el Napolitano y su tornillo y, como era natural, no supe con quién quedarme hasta estudiar bien el asunto.


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