jueves, 24 de junio de 2010

La muerte que no iguala

Los dos tenían 87 años. Los dos fallecieron en la madrugada del 18 de junio de 2010. Los dos escribían. José Saramago publicó su primera novela a los 25 años, pero el reconocimiento le llegó recién a los 60. Años más tarde recibió el premio Nobel de literatura y hoy la prensa reclama un sentido y merecido homenaje.
A Elsa Gervasi de Pérez la conocí personalmente en algún momento. Empezó a escribir poesía cuando quedó viuda, y también tarde, y a su modo, el que quería, fue reconocida. Según María Gonzalez Rouco, Elsa Gervasi de Pérez es la autora de “Carta a Galicia”, texto que mereció una Mención en el Certamen que el Rotary Club de Ramos Mejía organizó en el año 1994. Así dice un fragmento: “Nos acompañó la soerte a la Paca y a mí y a nuestra rapaza la Paquita. He tenido la entelegencia de saber sumar como me enseñó el maestro del pueblo. Gracias a usté pai. Aprendí bien los Toremas de Pitagorras y por eso en cuanto llejamos, hicimos un paseo por la Avinida de Maio que es muy bunita y nos recoerda a Madris, compramos un billete de lotiría”. Me enteré también de que su nieta reclama un sentido homenaje, seguramente tan merecido como el de Saramago.
Como sea.
Alguna vez pensé que era la muerte lo que igualaba a las personas. No sólo lo pensé, sino también lo escribí en cuanto lugar pude con la arrogancia de quien cree que está asistiendo a una especie de revelación que debe ser compartida. Hoy por primera vez tengo dudas al respecto.
José Saramago y Elsa Gervasi de Pérez coincidieron en vida en muchas más cosas de las que describo, quizá tantas que no alcanzaría espacio alguno para enumerarlas.
Quizá, es la vida y las cosas de la vida, como la literatura, lo que puede igualar a dos personas diferentes que no se conocen. Quizá, en definitiva, resultaba la vida y las cosas de la vida, como la literatura, lo que igualaba a estas dos personas que no se conocían. Y quizá, también, resulte la muerte aquello que vaya a separarlas y hacerlas diferentes para siempre, hasta el fin de los días.
Walter Iannelli

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